Después de los submarinos Shortfin Barracuda abandonados para el SSN-AUKUS, las fragatas de la clase Hunter de la RAN también están amenazadas.
El ascenso al poder de las fuerzas armadas chinas, y en particular de la Armada del Ejército Popular de Liberación, plantea una amenaza sin precedentes para Australia desde el fin del segundo mundo. Durante la Guerra Fría, la isla de la Commonwealth desempeñó esencialmente el papel de una base de retaguardia para las fuerzas estadounidenses y un aliado principal de Washington.
Desde entonces, la llegada de nuevas capacidades de ataque de largo alcance, pero también de barcos capaces de realizar combates oceánicos dentro de la flota china, ha llevado a los estrategas australianos a volver a muchos programas lanzados hace unos años.
Lo más emblemático fue la cancelación del programa SEA 1000 que iba a producir 12 submarinos de clase Attack de propulsión convencional derivados del diseño francés Shortfin Barracuda. Serán reemplazados por ocho submarinos de ataque nuclear desarrollados conjuntamente con Gran Bretaña.
Canberra también adquirirá de 3 a 5 SSN estadounidenses de la clase Virginia para garantizar el intervalo entre el final de la vida útil del Collins a partir de 2030 y la llegada del primer SSN-AUKUS a principios de la década siguiente.
Sea como fuere, tanto para dar respuesta a la evolución de la amenaza como para financiar programas carísimos como el SSN-AUKUS, el Estado Mayor australiano se ve abocado a revisar buena parte de su programación.
Por lo tanto, con motivo de la presentación de la nueva Revisión Estratégica la semana pasada se anunció que el programa LAND 400, que originalmente iba a ordenar 450 vehículos de combate de infantería con orugas para el ejército australiano, se reduciría a solo 129 unidades. Esto constituye un cambio considerable ya que estos IFV iban a constituir el cuerpo de batalla de alta intensidad de las fuerzas terrestres australianas.
Si el ejército australiano estuvo muy involucrado durante esta reorganización, la Fuerza Aérea Australiana también se vio obligada a revisar algunas de sus ambiciones. En particular, tuvo que poner fin a las consultas iniciadas con la Fuerza Aérea de los EE. UU. para adquirir bombarderos furtivos B-21 Raider, ya que había sido autorizado para adquirir F-111 en la década de 70.
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