El 28 de enero, pocos días después de prestar juramento, el presidente estadounidense Joe Biden anunció que suspenderá el apoyo de Estados Unidos a la intervención militar en Yemen liderado por la coalición liderada por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Al mismo tiempo, también se suspendieron varios contratos de armas, en particular en relación con las bombas guiadas para Riad y la adquisición de F35 y MQ9B Gardian por Abu Dabi. Incluso si la decisión presidencial estuvo rodeada de un contexto diplomático, explicando que le correspondía a la nueva administración examinar estos contratos, que algunos fueron firmados apenas una hora antes del final de su mandato presidencial por Donald Trump, marcó una cierta desconfianza entre Washington y sus aliados en el Medio Oriente.
La respuesta de las autoridades de los Emiratos Árabes Unidos hasta ahora ha sido mesurada, sin buscar suscitar ciertas diferencias, en particular en la reciente adquisición por Abu Dabi de drones de Beijing y sistemas de defensa antiaérea Pantsir de Moscú. Para Riad, en cambio, el enfado parece evidente. De hecho, según el director general del gigante armamentista ruso Rostec, Sergei Chemezov, hablando durante una entrevista concedida al canal ruso Russia Today, la empresa sería en negociaciones con las autoridades saudíes sobre la adquisición de sistemas antiaéreos y antimisiles S-400, pero también de cazas pesados Su-35, incluso si estas negociaciones son discretas y no se detallará nada hasta que se firme un contrato.
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