Reanudación de la construcción del tanque K2 Black Panther en corea del sur

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Durante los últimos veinte años, Corea del Sur ha emprendido un ambicioso plan destinado a convertirse en un actor importante en la industria de defensa global. De hecho, el país gasta cerca de 10 mil millones de dólares cada año en la adquisición de equipos, y sus líderes han apostado por la “preferencia asiática” para apoyar sus exportaciones de equipos.

20 años después, la apuesta ha sido ganada por Seúl. La industria nacional produce gran parte de la gama de los principales equipos de defensa modernos, desde el submarino AIP hasta el portaaviones, desde el carro de combate hasta el IFV, desde los aviones de ataque y entrenamiento hasta el programa de cazas de quinta generación, sin olvidar un número importante de misiles, torpedos, proyectiles guiados y drones. Y los éxitos exportadores no tardaron en llegar, en forma de exportaciones directas, como el avión de entrenamiento y ataque T5 Golden Eagle, utilizado en Tailandia, Filipinas e Indonesia, de la cooperación industrial, como las fragatas José Rizal en construcción para la Armada de Filipinas o los submarinos indonesios de clase Nagapasa, y en apoyo industrial, como el tanque de batalla turco Altay, construido con importantes transferencias de tecnología surcoreana.

Entre todos estos programas exitosos, el tanque de batalla K2 Black Panther Parecía ser la excepción que confirmaba la regla. Si los prototipos habían resultado satisfactorios y justificaban el pedido de cerca de 250 ejemplares en dos “partidas” a principios de 2014, estaban propulsados ​​por un motor y una transmisión de origen alemán. Los modelos de producción del K2 debían estar equipados con el motor diésel local Doosan Infracore DV27K que desarrollaba 1500 hp y una transmisión automática S & T Dynamics EST15K. Lamentablemente, el desarrollo de estos dos elementos cruciales llevó mucho más tiempo de lo previsto inicialmente y el programa K2 tuvo que detenerse en 2017, a la espera de una respuesta industrial satisfactoria. De hecho, la reanudación de las entregas del nuevo tanque surcoreano, anunciada el 27 de mayo durante una ceremonia que reunió a industriales, militares y políticos, confirma las informaciones según las cuales los elementos motrices eran ahora fiables y conformes a las exigencias estatales.

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Esta buena noticia también lo es para Turquía, cuyo nuevo tanque de batalla Altay dependía en gran medida del progreso del proyecto surcoreano. Al igual que el K2, el Atlas se desarrolló con una unidad de propulsión y una transmisión alemanas y, al igual que el tanque coreano, las especificaciones preveían una autonomía estratégica completa en la construcción del nuevo tanque, especialmente desde que Qatar anunció en marzo de 2019 su intención de encargar 100 ejemplares del tanque turco.

Corea del Sur, al igual que Turquía o Japón, aparecen ahora como actores importantes en la industria de defensa global, devorando aún más un mercado que ya está bajo tensión entre las ambiciones estadounidenses, el regreso al poder de Rusia y la llegada de China. Una situación comparable a la que se produjo en los años cincuenta, en la que aparecieron y desaparecieron rápidamente numerosos actores, durante una reestructuración del sector que duró 50 años.

De hecho, la extrema dependencia de las industrias de defensa europeas y francesas de las exportaciones corre el riesgo de constituir un riesgo importante para su sostenibilidad en el mediano plazo.

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